21 julio 2015

CHARLOTTE: DAVID FOENKINOS



Charlotte Salomon, pintora alemana de origen judío, deja Berlín tras una infancia marcada por una tragedia familiar y una relación amorosa que dejará en ella una huella definitiva, y pone rumbo a Francia huyendo de los nazis. En el sur de Francia le esperan sus abuelos, quienes custodian un secreto que Charlotte no puede conocer. Allí comienza a componer su fascinante autobiografía a través de una obra única. Al saberse en peligro confía sus cuadros a su médico a quien confiesa: «Es toda mi vida». Charlotte muere a los veintiséis años en Auschwitz, lejos de su gran amor.


Su historia es la historia de un destino trágico. ”Charlotte” es la búsqueda de un escritor fascinado por una artista y es una novela que, como la obra de Charlotte Salomon, inventa una nueva forma de arte. La novela ha sido galardonada con los Premios Goncourt des Lycéens 2014 y el prestigioso Renaudot.



Hay libros que marcan, que te dejan en un estado de desconcierto y dolor que no sabes cómo manejar y que pasada la resaca de la lectura te das cuenta que ha pasado a formar parte de ti y que, si sabes escuchar, sus páginas harán de ti, sino una mejor persona, al menos una que puede verse a sí misma con mayor indulgencia y cariño. Charlotte, para mí, es uno de ellos. No podía creerlo cuando di con este libro, pensé que sería difícil de conseguir y en realidad prácticamente se presentó ante mí; quiero pensar que estábamos destinados. 

David Foenkinos reconoce que escribió este libro llevado por la obsesión que le produjo la figura de Charlotte Salomon desde que supo de ella gracias a una exposición de su obra; cuenta que se quedó literalmente sin palabras frente a esas pinturas tan complejas, que parecían gritar tantas cosas. De modo que se volcó a recoger los pasos de esta artista, quería saber más de ella, conocer sus motivaciones, esa vida trágica que le tocó en suerte y que ella decidió abrazar tanto como le fue posible.

Charlotte Salomon era una superdotada, tenía un temperamento muy particular heredado, quizá, de esas mujeres de su familia, aquellas que escondían  mundos interiores tremendamente complejos, casi infiernos en vida en la medida en que permitían que la desgracia y la depresión les afectara a este grado. Fue el caso de su tía, la hermana de su madre de quien hereda el nombre, una mujer que se suicidó lanzándose de una ventana de su casa con solo dieciocho años, hecho que marcó profundamente a la madre de Charlotte, que nunca pudo recuperarse de este trauma; adoraba a su hermana y no hubo forma de volver a ser ella misma. Esta mujer hizo lo posible por llevar una vida normal, se hizo enfermera, conoció a un médico entregado a su profesión y se casó con él, teniendo luego a Charlotte, pero la depresión fue una constante en su vida hasta que se suicida dejando a su hija muy pequeña; a ella, por cierto, le hicieron creer que su madre había muerto de una enfermedad, no supo la verdad hasta varios años más tarde, y esto la marcó de forma terrible.







"Mientras la guerra continuaba, me senté junto al mar y vi la profundidad del corazón de la humanidad"








Charlotte formaba parte de una familia bastante acomodada, con cierto prestigio en Alemania, pero eran también judíos, y cuando la amenaza Nazi se sumió sobre el país, no hubo manera de permanecer a salvo. Pese a ello, cuando su padre contrajo segundas nupcias con una famosa cantante, Charlotte conoció el mundo del arte y empezó a encontrar en la pintura el escape para su difícil vida; se enamoró locamente del maestro de canto de su madrastra, Alfred, un hombre que la alentó a desarrollar su talento, al grado que consiguió entrar a la escuela de Bellas Artes de Berlín pese a que en aquella época era casi imposible para un judío el conseguir un cupo. Sin embargo, el horror de la guerra y el fanatismo avanzaba, al grado que debió dejar la escuela y seguir a sus abuelos maternos en su refugio en Francia. 

En determinado momento, debido al suicidio de su abuela y al conocimiento de la verdadera causa de la muerte de su madre, Charlotte se vio frente a un punto de quiebre en su vida; dejarse arrastrar por esa pasión y dolor que le corroían el alma y renunciar a su vida, o entregarse al arte y buscar en él la salvación. Optó  por lo segundo y, con un ritmo impresionante, tal vez presintiendo lo cerca que tenía ya a la muerte, creó su gran obra "¿Vida o teatro?" / "Leaben oder Thether?: Ein Singspiel", una serie de pinturas autobiográficas que no solo constan de pinturas en realidad, sino también de texto, poesía, conversaciones interiores y referencias musicales. Tal y como le dijo al Dr. Moridis, quien se convirtió en guardián de su obra al confiársela: "Mantenlo seguro, es toda mi vida".

Foenkinos escogió un estilo de narración curioso y original para narrar la historia de Charlotte; frases cortas que culminan en un punto y aparte, lo que le dan un aire casi poético, muy real. Según él, era la única forma de contar una vida tan trágica, poner un punto para recuperar el aliento y seguir con la historia. Si bien los libros con este tipo de narración pueden ser un poco desconcertantes, por así decir, no cuesta nada verse envuelto por el estilo y sentirse parte de la vida de Charlotte. Aunque la guerra y sus consecuencias ocupan un lugar importante de la obra y no se endulzan las cosas, sino que se habla de ellos con objetividad y sin adornos, este no es un libro acerca del horror y la muerte, sino de la vida. Es la historia de una mujer extraordinaria que pudo rendirse al dolor, nadie la habría culpado, motivos no le faltaban, pero escogió abrazar su desgracia y desnudar su corazón, viviendo quizá por esas muchas mujeres de su familia que no pudieron continuar; Charlotte es un canto de esperanza realista que recomiendo de todo corazón.









"Viviré por todas ellas”

05 julio 2015

EL AMANTE JAPONÉS: ISABEL ALLENDE



La historia de amor entre la joven Alma Velasco y el jardinero japonés Ichimei conduce al lector por un recorrido a través de diversos escenarios que van desde la Polonia de la Segunda Guerra Mundial hasta el San Francisco de nuestros días. «A los veintidós años, sospechando que tenían el tiempo contado, Ichimei y Alma se atragantaron de amor para consumirlo entero, pero mientras más intentaban agotarlo, más imprudente era el deseo, y quien diga que todo fuego se apaga solo tarde o temprano, se equivoca: hay pasiones que son incendios hasta que las ahoga el destino de un zarpazo y aun así quedan brasas calientes listas para arder apenas se les da oxígeno.



Cuando me preguntan por mis autores favoritos me veo en un verdadero problema porque son muchos los que me gustan, pero hay dos nombres que tengo siempre muy presentes y que son en cierta medida también referentes para mí; Jane Austen e Isabel Allende. Mi afecto y respeto por la primera no es sorpresa, los menciono con frecuencia, y creo que lo mismo me ocurre con Isabel, con la diferencia de que al ser una escritora contemporánea y que continúa escribiendo de forma bastante prolífica, por cierto, se da con frecuencia el hecho de que no siempre me gusta todo lo que publica. He leído toda su obra  y creo que fue a partir de Inés del alma mía que no logré enganchar con ninguna de sus obras de la forma en que me ocurrió con las primeras, en particular con La casa de los espíritus. El año pasado publicó El juego del Ripper, un experimento, como ella misma lo llamó, con la novela policial y en cierta medida juvenil, y aunque lo disfruté más de lo esperado, continué echando de menos a esa Isabel que tanto me gusta. Con El amante japonés, su último libro, sin embargo, tenía un buen presentimiento, y me alegra haber acertado; siento que la autora ha vuelto a sus raíces.



En esta novela nos presenta la historia de varios personajes, aunque se enfoca en dos o tres de ellos de forma específica, poniendo énfasis en los femeninos, que me parece son los que mejor logra plasmar en el papel. Alma Belasco, talentosa artista y matriarca de una acaudalada familia de San Franciso decide un día dejar su opulenta vida y retirarse a una residencia para ancianos llamada Lark House, donde conserva parte de su independencia, pero se ve al mismo tiempo formando parte de esta suerte de colmena habitada por diversos personajes, uno de ellos quien se convertirá en una amiga, compañera y asistente, Irina Bazili, una joven de veintitrés años, dueña a su vez de un pasado complejo que la atormenta.

Es a partir del encuentro de estos personajes y gracias a la confianza que  nace entre ambas mujeres que conoceremos la poderosa y conmovedora historia de amor entre Alma y el que fuera hijo del jardinero de su hogar en San Francisco, Ichimei Fukuda. La autora nos narra el nacimiento de esta relación muy a su estilo, partiendo de una bien cimentada amistad de dos almas afines al descubrimiento del amor romántico en medio de difíciles circunstancias. Hay muchos obstáculos para que este amor llegue a buen puerto; los prejuicios raciales de la época, la diferencia social que Alma considera más de lo que debería, pero sobre todo el horror de la guerra en Europa, el papel de Japón en la misma y como la postura de esta nación afectó a sus ciudadanos radicados en Estados Unidos, país que tomó decisiones vergonzosas y deplorables para con estos inocentes. 



Si bien me ha encantado la historia de amor de Alma e Ichi, ese aire de inmortalidad que la rodea, lo inevitable de su destino, sin duda lo que más he disfrutado de la historia ha sido lo maravillosamente delineados que están todos los personajes, tan vivos que casi puedes sentirlos a través del papel. Nadie es perfecto, todos tienen secretos, cometen equivocaciones y pagan por ellas, pero es precisamente eso lo que los hace más humanos y creíbles. He odiado algunos de los actos de Alma, la he compadecido y he deseado acompañarla en su camino, así como he sentido un cariño infinito por Irina, ese personaje un poco oscuro y a la sombra que va conociendo la luz gracias a esa anciana que se mete en su vida sin pedir permiso y que lleva con ella a sus recuerdos y otras cosas que ayudan a esta chica a desterrar a sus demonios.

Los hechos del pasado son narrados de forma precisa y muy bien ambientados de acuerdo a la época, sin adornar las penas ni las difíciles circunstancias que debieron vivir o mejor dicho sobrevivir Ichi y su familia, así como muchos otros de sus compatriotas. 

Sin duda, un libro precioso y un reencuentro con una autora excelente que nos recuerda que jamás se fue, simplemente estaba tomando un segundo aire y ha retomado la senda de la mejor forma posible. Estoy ansiosa por leer su próxima historia.