Aquí celebramos cada segundo domingo de mayo el Día de la Madre, y aunque sé que en otros lares se acostumbra hacerles el homenaje en otras fechas, creo que no exagero al decir que a la madre se le debe adorar cada día, porque tenerla es una bendición que mientras uno va creciendo la aprecia más, y cuando ya no la tienes contigo, recuerdas todas las cosas buenas que se compartieron.
Hace unos años leí una historia de una madre peruana, una mujer del Ande, donde habita el olvido, como dicen los versos, porque apenas si hay lo necesario para subsistir. Su hijo enfermó, y fue a un centro de salud para que lo vieran, pero la asistencia fue precaria, y le dijeron que podía esperar, que ya llamarían a alguien, quizá una ambulancia, pero no supieron decirle cuándo. Esta mujer cogió a su hijo y caminó literalmente, kilómetros y kilómetros, atravesando cerros, ríos, destrozando sus pies, con su criatura en brazos, y así llegó a un centro mejor equipado. En esa época se habló mucho de ella, se le llamó de heroína para arriba, y lo fue; en mi mente, y mi corazón, no podría darle otro título. Pero aún cuando no tengo hijos, me parece que para ella, esos homenajes no debieron de significar nada al lado de saber a su hijo bien atendido y recuperado. Ella no pretendía un acto de heroísmo, tan solo salvar a su hijo, el instinto más primitivo de una mujer noble. Cierto que hay de las otras, muchas que no merecen siquiera llevar el título, pero no tiene sentido hablar de ellas.
Quiero dedicarle este día a mi madre, a la abuela que no conocí y a la que no traté como hubiera querido, a mi mamama que dejó de ser una tía en cuanto nací para ocupar el lugar de abuela que todo niño necesita, a mis tías, primas, amigas, a las madres de corazón, que también las hay y muchas, mujeres generosas que le dan amor a todo niño que lo necesite.
No me cabe la menor duda de que cualquiera de ustedes, en una situación similar a esta mujer maravillosa de mi patria, hubiera hecho exactamento lo mismo, e igual que ella, aún cuando son heroínas desde el momento que traen un ser al mundo, lo cuidan y lo aman, no hacen más que seguir a su instinto, y nosotros, los hijos, aún cuando no lo digamos con la frecuencia que debiéramos, lo agradecemos, y las queremos muchísimo.
Así que muy feliz día para mis queridas madres de aquí y de todo el mundo, se les quiere, se les valora, y si, cosas de la vida, algún día me convirtiera en madre también, espero dar la talla y ser la mitad de buena que la mía.
Un abrazote, mucho cariño, y todo mi respeto.
